La semana pasada leí dos post en los que se interpelaba a los castellanoparlantes. Uno era una reproducción de un titular de periódico o revista posteado por Vicent Baydal en el que se venía a menospreciar la posibilidad de hacer valencianismo político en castellano. Lo entendí como una provocación al pensamiento. El otro es el artículo del historiador Carles Sirera donde menciona la necesidad de plantearse qué pasará políticamente si la lengua simplemente languidece hasta desaparecer y plantea un futuro hipotético donde continúa siendo necesaria la intervención política desde una perspectiva propia. 




No sé ya los años que hace que tomé la decisión de que mi proyección pública fuera en valenciano. Creo que solamente alguna vez usé el castellano para atenuar el monolingüismo con el que se expresaba el Bloc siendo yo del Puerto de Sagunto. El uso exclusivo del valenciano me hacía parece marciano porque todos mis amigos, mis compañeros de los equipos de fútbol en los que he jugado o mi propia familia sabían y saben que soy castellanopensante de expresión bilingüe y difícilmente esa situación cambiará. 

Vuelvo a tomar mi lengua materna (la paterna és el valencià) para profundizar en el análisis de Sirera. 
Mi posición política es un ejercicio de responsabilidad. Si estuviera en otro territorio también intentaría hacerme cargo de lo común. Y en ese ejercicio de responsabilidad de lo común no veo cual es el problema de la cooperación entre dos comunidades lingüísticas. 
El problema de fondo es que el binarismo es una metodología ideológica errónea. Hay fanatismo lingüístico (asimétrico) en las dos comunidades pero la mayoría social hace un uso instrumental y no identitario de la lengua. Esa mayoría social busca eficacia comunicativa e integración comunicativa. Es un error considerar el conjunto castellanoparlante como un algo homogéneo. Es un colectivo extraordinariamente heterogéneo que puede ir desde la voluntad absoluta de usar el valenciano como lengua propia/adoptada (mi caso) como el de aquellos que aprovechan cualquier oportunidad para ejercer un bilingüismo pasivo (escuchar, entender). 
Desde lo psicolingüístico es importante diferenciar la lengua de pensamiento, la lengua emocional, la lengua de expresión, la lengua de comprensión. Yo pasé por todas esas fases y son matices diferenciales. A veces, escuchando gente del bando valencianoparlante da la sensación de que minusvaloran la dificultad de comprender un sistema lingüístico complejo (y lleno de excepciones) y nuevo. Yo lo hice y no es fácil. No es fácil hacer el esfuerzo del trayecto completo. Es relativamente fácil entender lo que oyes y lo que está escrito pero la producción lingüística es más compleja. 
Si dejamos de considerar la comunidad castellanoparlante como un todo opresor y entendemos la idea de mutualidad lingüística es mucho más fácil entender la posibilidad de hacer valencianismo político en castellano. El castellano es también lengua constitutiva del Reino de Valencia. Lo que ha unido históricamente a un territorio como el valenciano ha sido la normativa y la fiscalidad.  Es lógico pensar así porque no hay mayor ejercicio de responsabilidad política que el pago de impuestos a un determinado gobierno. Los valencianos nacimos y crecimos en lo institucional. Eso no quita ninguna importancia al valenciano ni a su necesaria/imprescindible promoción hacia su uso y su utilidad (laboral, comercial…). Significa que los valencianos somos los que vivimos, trabajamos y pagamos impuestos y recibimos a cambio servicios públicos. 
No es que sea conveniente hacer valencianismo político en castellano, es que es imprescindible. No se le puede dar a los rivales tanta ventaja dejando de usar una herramienta de comunicación política tan potente como la lengua materna de muchas personas. No le puedes regalar todo ese espacio político, lo tienes que disputar. Esto en Euskadi parece más fácil de explicar y entender. No sé cómo lo habrán hecho pero el uso del castellano no parece ninguna renuncia para los dirigentes políticos vascos nacionalistas. 
Pero, finalmente, deberíamos preguntarnos por qué hacer esa renuncia/iniciativa de pureza/impureza. La respuesta es que si quieres ejercer una mínima responsabilidad sobre tu tierra inmediatamente te das cuenta de la invisibilidad, la irrelevancia de nuestros intereses en los espacios de gestión del poder a nivel estatal. Y ha llegado un punto en que eso afecta a nuestra dignidad. Ya no podemos atender los servicios públicos porque aportamos a Madrid pero de Madrid no vuelve lo que necesitamos. Nuestras infraestructuras necesitan mayor impulso y eso se juega en Madrid. 
Hace mucho tiempo que no usaba el castellano en términos políticos. Imagino que me he visto abocado a hacerlo porque es la lengua en la que me enfado, la lengua en la que confronto. Y ahora mismo me siento insultado, enfadado ante nuestra insulsa irrelevancia y como nos ningunean. Tan enfadado estoy que me empieza a dar un poco igual cómo habla un político si lo que dice va en la dirección de recuperar un mínimo de dignidad. Dignidad Valenciana.