De pequeño dormía mucho, muchísimo. De adolescente, todavía más. A mi cantidad de sueño afectaba que tenía que tomar antihistamínicos para la rinitis. Eso me hacía dormir más. Estudié en la universidad en el turno de tarde y seguí durmiendo mucho y bien. En esa época, mi ritmo circadiano se fue desplazando hacia la noche. Era la época de oro de los late nights y yo dormía en la buhardilla y tenía tele a mi disposición.



Entre la finalización de los estudios y mi incorporación al mundo laboral pasa algo más de año y medio. Como regalo de fin de carrera me compran un ordenador y eso hace que mi cabeza explote de creatividad. Se me ocurren decenas de cosas y decenas de cambios para esas cosas. La intensidad emocional siempre había estado presente, pero ahora se desborda con el entusiasmo creativo. Empiezo a tener la sensación de que las ideas se me escapan si no las ejecuto inmediatamente o las anoto para recordarlas. O simplemente no puedo esperar y sacrifico el sueño para hacer el cambio o la idea que tenía en mente. En esa época me impliqué con dos o tres fanzines que yo mismo escribía, fotocopiaba, grapaba y repartía. Incluso buscaba publicidad para poder pagar las fotocopias. Ahí empezaron mis problemas para dormir. Pero eran problemas "positivos". Mi activación fisiológica que impedía el sueño venía de la creatividad y de la luz azul de la pantalla del ordenador en el que me podía pasar horas.


En esa época dejé de jugar al fútbol federado. Eso implicaba dejar de entrenar tres días a la semana y pasar a solamente un día de jugar en un campeonato local entre amigos. Mi cuerpo estaba acostumbrado a cansarse (el deporte siempre me ha cansado más que a mis compañeros) y el cansancio es una de las mejores bases para dormir bien.


Se estaba cocinando un plato que explotaría al empezar las exigencias laborales. Sin fútbol y con el ordenador y mi mente on fire, empiezo a trabajar en banca. Es un trabajo de ocho a tres. Nada del otro mundo en cuanto a madrugar, pero yo llevaba años levantándome más allá de las diez de la mañana. Tenía mi rutina del sueño asociada a acostarme tarde (entre la una y las dos) y levantarme relativamente tarde y casi a voluntad. El trabajo me exige levantarme a eso de las siete y siento un choque total. A las horas a las que se me exige el esfuerzo, mi cuerpo hace años que no rinde. Llego a la oficina sin activación pero descubro el café y empiezo a usarlo para despertar. Eso funciona porque mi cuerpo sobrereacciona a cualquier sustancia que le meta. Sin embargo, el vector laboral introducirá el vector que hará que el sueño definitivamente se trastorne.


Con las exigencias laborales llegan problemas de todo tipo. Del funcionamiento individualista de unos estudios en los que el resultado depende exclusivamente de ti, a un lugar en el que casi nada depende de ti como es una oficina de banco. De no hablar casi nada (introversión y timidez) a tener que hablar todo el tiempo. De tener un entorno estructurado para estudiar (soledad y silencio) a tener una cola de gente esperando, un subdirector preguntándote y un director que te interrumpe porque necesita algo. Es ahí donde se me ven todas las costuras del autismo. Hasta ese momento, mi vida había transcurrido por el camino cognitivo. Mi vida social estaba asociada al fútbol y un grupo reducido de amigos más o menos afines a mi manera de mirar el mundo. En el mundo laboral, mis exigencias sociales se disparan porque atiendo al público. ¿Por qué elegí banca? Porque no tengo una perspectiva realista de las cosas y nunca he tenido una estrategia social. No sabía lo que suponía. En mi defensa, diré que la banca empezó a mutar de un modelo de discreción y confianza a deuda subordinada y pufos hipotecarios de la banca comercial salvaje. Yo no valgo para mentir. Me genera mucha tensión. Aunque sea una mentira comercial.


Ya están todos los ingredientes: activación fisiológica creativa, rutina de horarios inadecuada durante muchos años y preocupación x 100 al incrementarse la exigencia social y emocional derivada del entorno laboral.


Entonces, voy al médico a pedir ayuda. Estaba en un evidente estado ansioso depresivo por no conocerme ni aceptarme. La cosa se complica cuando, para solucionar la infelicidad laboral, trato de salir los fines de semana a tumba abierta. Eso implica malos hábitos de descanso y consumo de alcohol.


Así que ya lo tenemos todo encima de la mesa. Creatividad, preocupación, activación, rutinas de sueño, ritmo circadiano, ansiedad. Ya no había manera de dormir. Me quedaba sin azúcar en la oficina del miedo que pasaba.


El principio de la solución.


Las pastillas (benzodiacepinas) ayudaban bastante. Permitían obtener un descanso artificial, pero la lucha siempre fue volver a dormir como antes. Esa sensación de haber perdido algo valioso creo que es relevante. Quieres recuperar una zona de confort que tuviste. Lo primero era arreglar los estresores. El principal es el trabajo de oficina bancaria con atención al público. Lo consigo resolver (es otra historia), pero se han quedado para siempre la activación por creatividad y por preocupación.


Empiezo a leer sobre el tema y a informarme. Me informo de lo que supone la luz azul y las rutinas del sueño. Lo de los hábitos saludables y el consumo de alcohol social de fin de semana era más difícil de resolver porque era lo que me ayudaba con el camuflaje sensorial y social. Mi primera solución es intentar obtener cansancio con deporte y una rutina de sueño consistente en bajar el ritmo a partir de las nueve eliminando pantallas. Pero no siempre lo conseguía y no siempre funcionaba. Mi mente seguía preocupada o seguía creativa. Había algún tipo de mecanismo que fallaba: los frenos. Mi mente no tenía frenos y seguía pensando


 en lo mismo (inercia autista he sabido recientemente).


Mis lecturas de la autoayuda (de moda en aquella época) explicaban muchos métodos de relajar la mente, pero mi impresión es que esos métodos funcionaban en mentes "normales". Mi mente se convertía en un huracán cuando había que resolver algo (positivo o negativo). Y la preocupación por ansiedad anticipatoria empezó a dispararse porque ya había demasiadas cosas que no dependían de mí (me había metido en mundos políticos en mi línea de ser un kamikaze social).


No había manera de conseguir que mi mente frenara de golpe. Ni siquiera que pudiera aparcar algún pensamiento y recogerlo por la mañana. Simplemente, mi mente era un torrente de pensamientos constantes ultrarrápidos y autoflagelantes imparables que desembocaba en una cascada explosiva (no dormir).


De lo que leía y de los terapeutas con los que hablaba, me insistían en la idea de intentar dejar la mente en blanco. A mí eso no me ha pasado jamás. No recuerdo nunca no tener una mente acelerada. Quizá cuando era pequeño, no lo sé. En definitiva, llegué a la conclusión de que mi solución estaba en mi propia investigación de mi propio caso. Esta dificultad y otras situaciones me llevaron al descubrimiento de la alta capacidad que explicaba una parte de los problemas para dormir, pero no todos. Había una parte de la dificultad para relajarme en general y para dormir en particular que no la explicaba: la activación ambiental y la inercia autista.


Ahora tengo 51 años y entenderás que he resumido muy someramente (aunque te haya parecido larga) algunos procesos. Al investigar y descubrir cómo se pueden combinar la alta capacidad y el autismo, todo empezó a encajar. Mi mente no tiene frenos porque es autista, mi mente contempla muchos escenarios preocupantes porque tiene capacidad para representar muchos vectores y porque tengo una tendencia a la memoria negativa y la ansiedad anticipatoria. A mi mente no le gusta el caos sino la estructura. Y mi mente no para quieta, solo puede desviar la energía.


Esa es la solución por la que he optado: desviar el canal de energía hacia otra parte. Si no me duermo, no lucho contra los pensamientos intrusivos, sino que busco un estímulo que sea lo suficientemente potente para distraerme y lo suficientemente atenuado para cansarme. Yo lo he encontrado en un canal de historia anecdótica locutado en Español Latino. La cadencia es más balanceada y el ritmo es un poco más bajo. Me interesa pero me relaja. Y acaba por dormirme.


En mi conclusión, la idea de luchar contra un torrente de pensamientos rumiantes supone una batalla mental que impide dormir. A algunas personas les funciona la meditación concentrándose en la respiración y en algo más. A mí eso no me funciona. Lo que me funciona es cerrar los ojos y dejar de mirar hacia arriba, que es donde está mi mente ardiendo, y empezar a mirar hacia abajo, que es donde está mi sueño. Y para eso me ayuda un estímulo delicadamente equilibrado. A otras personas les funciona leer en papel. Creo que la clave está en no luchar contra lo que te impide dormir, sino en intentar buscar un recurso lateral que luche contra ese pensamiento. Sin olvidar que a una mente rutinaria como la autista le resultan imprescindibles las rutinas de horarios e incluso los rituales del sueño.


Finalmente, no puedo olvidar que más allá de las herramientas están los problemas de fondo. Si no estás en paz contigo mismo, si tienes miedo al futuro, si tienes miedo de los demás... todo eso hay que solucionarlo previamente. Quizá sería mejor hablar de gestionarlo porque no creo que tenga solución. A mi parte autista no le gustan los sobresaltos y a mi parte de alta capacidad no le gusta el aburrimiento. Una de las dos va a sufrir. Yo no he encontrado una solución definitiva más que la búsqueda eterna de la calma mientras las cosas de la vida te van golpeando.