La evolución de los medios de comunicación ha transformado drásticamente la manera en que accedemos a la información y al entretenimiento. En los días en que solo había una televisión en casa, los diferentes públicos y formatos tenían que negociar su espacio. Los niños sintonizaban el telediario para luego disfrutar de los dibujos animados, mientras que las series estaban diseñadas con guiones dirigidos a audiencias híbridas.

Sin embargo, con la llegada de las televisiones privadas en los años 90, se abrió la puerta a un mundo de entretenimiento sin límites. Surgió el infotainment, donde la información se fusionaba con el entretenimiento de manera novedosa. Pero fue con la irrupción de Internet cuando este proceso se intensificó. El consumo de información se volvió fragmentado y desligado de su contexto original, especialmente con el auge de las redes sociales.

En la actualidad, enfrentamos el desafío de informarnos en un mar de entretenimiento interminable. Las noticias se encuentran encapsuladas en un flujo constante de información, y el clickbait ha transformado la forma en que se presenta el periodismo. Las cámaras de eco y el alarmismo contribuyen a una polarización extrema en los informativos, donde la búsqueda de la audiencia parece primar sobre la veracidad y el análisis profundo.

La oferta de entretenimiento es vasta y atractiva, mientras que informarse se vuelve una tarea ardua y, en ocasiones, poco gratificante. Sin embargo, algunos formatos mixtos como "El Intermedio" intentan combinar información y entretenimiento de manera efectiva. No obstante, la idea planteada por Neil Postman en "Divertirse hasta morir" parece más relevante que nunca. Generaciones enteras crecen sin la necesidad ni el acceso a una información verificada y sin el contexto histórico necesario para comprender el mundo que les rodea.

Este fenómeno tiene repercusiones profundas en la sociedad. La falta de un traspaso intergeneracional de visiones del mundo y la prevalencia de contenidos intrageneracionales conducen a una fragmentación aún mayor. Es así como nos encontramos en un escenario en el que un niño puede gritar "Viva Franco" al presenciar un programa de televisión, evidenciando la desconexión entre la información y la formación de una conciencia crítica.

En este contexto, la política se convierte en un mero espectáculo, comparable a los deportes o el clima. Es algo a lo que asistimos como espectadores pasivos, más preocupados por el entretenimiento que por comprender las complejidades del mundo que nos rodea. En última instancia, vivimos en una era en la que es posible existir sin informarse, donde la ignorancia es cómoda y la búsqueda de la verdad se convierte en una tarea cada vez más desafiante.